lunes, 7 de septiembre de 2009

Vacío

Jamás sucumbirá a la terrible decisión de dejarla ahí. Aún si a cambio tiene que rechazar aquellas que sí dicen algo, lo hará con tal de cumplir el objetivo y aliviar su espíritu. Lo que más le molesta no es la opinión de quienes actúan de jueces y verdades, sino la infatigable sensación de que nunca más podrá dormir livianita. La sola idea de despertarse en la noche, ahogada por sus propios pensamientos truncos, le retuercen el estómago hasta dejarla inmóvil.
El objeto de aflicción sigue ahí, en el mismo lugar donde la dejó aquella vez. No se ha movido ni se han modificado sus propiedades. Seguirá a la espera, cual fiel compañera, hasta que llegue el día. Ese segundo en el cual, la mano que guía la pluma, romperá la desesperada monotonía y su calidad de hoja en blanco.

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