miércoles, 9 de septiembre de 2009

Lecturas nocturnas

Hubo un tiempo en que yo pensaba mucho en los axolotl. Iba a verlos al acuario del Jardin des Plantes y me quedaba horas mirándolos, observando su inmovilidad, sus oscuros movimientos. Ahora soy un axolotl... Los dedos le tiemblan de sostener el libro desde hace más de una hora. Prueba cambiar la posición de su cuerpo, ganando así un fresco alivio en la posición de sus brazos. El azar me llevó hacia ellos una mañana de primavera en que París abrió su cola de pavorreal después de la lenta invernada. Bajé por el bulevar de Port-Royal, tomé St. Marcel y L´Hospital, vi los verdes entre tanto gris y me acordé de los leones. Era amigo de los leones y las panteras, pero nunca había entrado en el húmedo y oscuro edificio de los acuarios. Dejé mi bicicleta contra las rejas y me fui a ver los tulipanes. Los leones estaban feos y tristes y mi pantera dormía. La vista se nubla y las palabras comienzan a mezclarse. Necesita volver atrás y leer varias veces los mismos renglones que ya leyó. Comienza a ponerse incómoda. Hará un último esfuerzo sino tendrá que entregar sus ganas. Se acomoda nuevamente hacia el otro costado, en la posición inicial y vuelve a focalizar. Opté por los acuarios, soslayé peces vulgares hasta dar inesperadamente con los axolotl. Me quedé una hora mirándolos y salí, incapaz de otra cosa.En la biblioteca Sainte-Geneviève consulté un diccionario y supe que los axolotl son formas larvales, provistas de branquias, de una especie de batracios del género amblistoma. Que eran mexicanos lo sabía ya por ellos mismos, por sus pequeños rostros rosados aztecas y el cartel en lo alto del acuario. Leí que se han encontrado ejemplares en África capaces de vivir en tierra durante los períodos de sequía, y que continúan su vida en el agua al llegar la estación de lluvias... El libro está cerrado, apoyado en el borde de la cama. Antes de estirar el brazo y apagar la luz, hace el último esfuerzo por abrir un ojo y mirar el reloj que lleva en su muñeca. Cuarenta minutos han pasado desde la última vez que intentó concentrarse. Se duerme profundamente y tiene un sueño. Cuando despierta, hace el esfuerzo por recordarlo pero no puede, solamente le vienen a la mente las palabras: libro, placer, tiempo, rutina, frustración.

4 comentarios:

  1. Los extractos utilizados en este post pertenecen al cuento de Julio Cortázar "Azolotl" de su gran libro Final del juego.

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  2. si... no hay como leer sobre un buen sillón. el problema de eso es que después del sueño no es precisamente la palabra "placer" la que viene a la mente, sino más bien "tortícolis".

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  3. ¡qué terrible efecto has provocado, susurradora! ¿cómo volveremos a cortázar, sin sentirnos incómodos?

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  4. No quisiera pecar de exagerada, pero la "incomodidad" es casi privativa de la litaratura...el día que ya no nos provoque nada, ahí sí, preocupémosnos!

    Le agradezco el comentario srita filósofa.

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